Ya no oigo nada, ni una voz ni un motor ni un ruido, solo el susurro de la arboleda y el silencio de los caballos pastando. En el cielo gozoso de marzo, el invierno se ha adelantado al verano.
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Ya no oigo nada, ni una voz ni un motor ni un ruido, solo el susurro de la arboleda y el silencio de los caballos pastando. En el cielo gozoso de marzo, el invierno se ha adelantado al verano.
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